CABUDANNE DE SOS POETAS. ¿Y LOS FESTIVALES EN MÉXICO? di Paulina Sabugal
Hace unos días tuve la oportunidad de asistir al festival Cabudanne de Sos Poetas, que traducido de la lengua sarda sería “Septiembre de Poetas”. Durante los primeros 4 días de septiembre, desde hace 12 años, Seneghe pequeño pueblo de aproximadamente 1300 habitantes, organiza este festival entre su gente y para su gente. De la mañana a la noche e incluso hasta la madrugada, el pueblito al sur de Cerdeña, se convierte en anfitrion de escritores, poetas, músicos y actores. Se lee en voz alta, hay conciertos y laboratorios de teatro, música y fotografía; todo sin ningún costo. Año con año, Seneghe, hace una invitación a artistas de talla internacional, a participar con un espectáculo o bien a dar una clase magistral o conferencia. Son 4 días en el que Seneghe, localidad principalmente de pastores y campesinos que basa su economía en la producción de aceite de oliva, el agriturismo y el ganado; deja el arado, estaciona el tractor, mete al establo a ovejas y vacas y sale a ver teatro y a comprar libros.
Ante un evento de esta magnitud, como una actriz mexicana emigrada en Italia hace pocos meses, me pregunto cuál sería la experiencia artística equivalente en México. ¿Quién organiza los festivales de arte y cultura en nuestro país? Y lo más importante, ¿a quiénes va dirigido?. Tenemos el ejemplo del Festival Cervantino, de carácter internacional, conocido por todos en nuestro país como uno de los festivales que trae lo mejor del teatro, música y letras a México. Sin embargo, la queja principal al histórico festival que se celebra año con año en Guanajuato, es lo caro de sus precios, la incapacidad que tiene para acoger a todos los que quieran asistir y me surge la pregunta, ¿es un festival pensado para la gente de Guanajuato?.
No es novedad que el gremio teatral reciba la ya constante queja de que sólo se hace teatro para los teatreros, situando al arte y la cultura en México como un estrato elitista al que sólo pueden acceder no sólo aquello que lo puedan pagar, si no a quienes estén en grado de “entenderlo”.
El Cabudanne nace como una iniciativa de la gente de Seneghe. Apoyados con patrocinios y fondos de la región, se trata de un grupo de viejos y jóvenes, interesados en promover la lengua sarda y hacer un intercambio con otros escritores, artistas y personajes de la cultura en el mundo. Obviamente, el teatro, como arte integrador, no podía faltar. Para tal motivo, se acude al Tetro delle Albe de la ciudad de Ravenna al norte de Italia, representado por el joven actor Roberto Magnani. El Teatro delle Albe desde su fundación en los años 90, inició con lo que posteriormente llamaría la Non- Scuola o la No- Escuela en español. La tesis de la No Escuela sostiene que el teatro no se enseña, se contagia. El teatro se plantea como un campo de juegos donde se va a sudar. El primer año del Festival, el joven Magnani conduciría el laboratorio de teatro con unos cuantos jóvenes del pueblo de Seneghe. Hoy, a 12 años de distancia son más de 50 alumnos de entre 5 y 16 años que en el lapso de 3 semanas montan una obra.
La pedagogía del Teatro delle Albe es jugar por el mero placer del juego. Jugar como juegan los niños futbol con un par de latas como portería y un balón a medio inflar. Jugar sin esquemas fijos, ni uniformes. Jugar con los pies descalzos sobre la tierra. Así se tiene un grupo de cuerpos vivos, en movimiento. Correr, caer, la tierra, el sol, el calor que se genera entre compañeros, estar juntos, equipo, coro, comunidad y de pronto estar ya sobre el escenario. Para esta compañía, escuela y teatro son palabras ajenas la una de la otra. “El teatro es un grandísimo campo de juegos donde uno tiene la oportunidad de convertirse en aquello que no es. La escuela es el gran teatro de la jerarquía.” Afirma Magnani. Así, después de tres semanas de juego intenso, tenemos una obra. Los textos dejan de ser recitados para ser resucitados. Se hace uso de la improvisación, la música, el canto. Los más pequeños siguen a los más grandes, los más grandes aprenden de los más pequeños.
El año pasado, se llevó a cabo nada más y nada menos que La Divina Comedia del también italiano Dante Alighieri. En el marco de tres días se hizo presente el infierno, el paraíso y el purgatorio. Este año en cambio, se optó por otro gran texto: Don Giovanni de Molière. El conocido personaje mujeriego que también inmortalizó José Zorrilla y Tirso de Molina y que es el favorito de los mexicanos época de Día de Muertos.
El escenario para la No Escuela, no tiene límites. La puesta en escena se lleva a cabo en el campo donde por la mañana pastan las ovejas o se va de un punto a otro, llevando a la gente en procesión al ritmo de “Alabama song”, clásico de Bertolt Brecht compuesto para “Auge y Caída de la Ciudad de Mahagonny”. Se han incluso ocupado ruinas arqueológicas como las imponentes torres de nuragues; se intervienen las plazas, las casas, los parques. Todo juega. El pueblo es cómplice. Incluso los más viejos participan haciendo una que otra comparsa.
En Seneghe durante 4 días corre el vino hecho en casa, el casizolu (queso artesanal sardo), el pan carasau hecho en horno de leña. Se come, se bebe y se convive mientras se ve teatro, se escucha música y se lee. Los pastores y campesinos se descubren a sí mismos amantes de la literatura y recitan de memoria versos de Dante sin siquiera saber leer y escribir.
Finalizado el festival, la gente vuelve a sus actividades cotidianas con deseos de celebrar el próximo Cabudanne. Los artistas regresan a sus casas. Otros deciden quedarse algunos días más enamorados de Cerdeña, de su mar y de su gente. Algunos jóvenes senegheses viajan a Ravenna, a conocer más sobre el Teatro delle Albe y considerar más seriamente el convertirse en actores. Las señoras apagan sus hornos después de que hicieron cantidades industriales de dulces de almendra para vender durante el festival, demostrando que el festival es también una oportunidad para generar ingresos. En Seneghe, regresa el silencio y se preparan para el invierno.
Este festival inveitablemente me hace cuestionarme sobre la situación del arte y cultura en nuestro país. ¿Existen iniciativas artísticas en México que involucren a todo un pueblo y que fungan, no sólo como promoción de la cultura de una comunidad, sino como un auténtico intercambio con otras manifestaciones?. Si es así, ¿dónde y desde cuándo?. ¿Será que en México hay un menosprecio hacia quién dirigir la cultura y el arte? Por ejemplo, este año, el Cabudanne trajo en concierto a Ernst Reijseger, músico holandés conocido por hacer la música de varias de las películas de Werner Herzog. En Italia existe el problema del racismo, pero en México existe el problema del clasismo que no es menor. ¿Será que el arte y la cultura en México están entonces permeados por una ideología clasista? ¿Ni siquiera el teatro escapa de la clase alta, media, baja?
Ojalá me equivoque. Ojalá la mirada en efecto esté sobre los pequeños grupos e iniciativas artísticas en México y no sólo sobre los grandes monstruos de la cultura. Ojalá el Cabudanne sea un ejemplo no para sentirnos comparados o atacados de que en Europa “todo es mejor”, si no para pensar cuán grande puede resultar los pequeño. Ojalá no acusen a la autora de este texto de Malinchismo. Ojalá y el teatro también se contagie a las pequeñas comunidades en México.